"Falso Culpable" es un proyecto que comenzó en 2009 y está desarrollado por el Grupo de Investigación en Psicología del Testimonio de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, con el objetivo de analizar las principales causas que llevan a que un inocente sea acusado de crímenes que no cometió.

La mayoría de los falsos culpables se deben más a los errores del Sistema que a la intención deliberada de condenar a inocentes.

Según la asociación norteamericana Innocence Project en torno a un 75% de los errores judiciales se deben a fallos en los procedimientos de identificación. Los errores en el reconocimiento de personas en la vida cotidiana son algo completamente usual, que forma parte del funcionamiento normal de nuestros sistemas cognitivos. Sin embargo, pasan a la categoría de problema grave las falsas identificaciones en entornos judiciales.

Los problemas de memoria (falsos recuerdos) de testigos y víctimas son otro de los principales factores que provocan falsas acusaciones.

Un mejor conocimiento de los errores que posibilitan los falsos culpables podría evitar, o al menos minimizar su incidencia.

Cárcel para un inocente

Diario de Tarragona
28/02/2005

Estuvo dos años y cuatro meses en prisión hasta que fue juzgado por una violación que no había cometido. Lo declararon inocente, pero eso no le compensó de la larga estancia entre rejas.
Una noche de junio de 2002, Adil Damoul se encontraba frente a un bar de la calle Murillo, en la zona de los slammers de Salou. Un Guardia Civil lo detuvo y no volvió a ser libre hasta octubre de 2004, cuando tuvo lugar el juicio y fue declarado inocente de los cargos que pesaban contra él por agresión sexual. La víctima, que fue violada en una playa de Salou por «tres personas que hablaban árabe», admitió que él no fue uno de los culpables. La prueba del ADN sirvió para corroborarlo y dejar manifiesto que Adil había estado dos años y cuatro meses y medio en prisión a causa del reconocimiento erróneo realizado por la víctima.
El 20 de junio de 2002 la joven gallega A.M.G.B, por aquel entonces de 20 años de edad, fue violada por tres personas en Salou. Sucedió a las 3.45 horas de la madrugada en las escaleras que bajan de la calle Bruselas a la playa. Los agresores la tiraron al suelo, la dejaron semi inconsciente y la amenazaron con una navaja. La víctima declararía más tarde que «hablaban árabe» y que «sus rasgos revelaban su origen norteafricano».
Al día siguiente la víctima salió en un coche de la Guardia Civil a buscar a los agresores. Cuando vio a Adil a las puertas de un bar de la calle Murillo dijo que él era una de las tres personas que la habían violado. Un agente bajó del coche y le preguntó a Adil: «¿Tú te peleaste aquí ayer por la noche?». Contestó que no, pero se lo llevaron al calabozo y ya no volvió a ser libre hasta después de dos años y cuatro meses.
El juicio tuvo lugar en octubre de 2004 y la víctima, residente en Galicia, asistió mediante videoconferencia. La sentencia recoge las siguientes palabras suyas: «tengo dudas sobre los reconocimientos de la calle Murillo» y «dudo sobre las características del agresor». A esto se sumó el testimonio de dos de los compañeros de piso de Adil: la noche de los hechos vieron una película juntos en casa antes de irse a dormir y permanecieron en la cama hasta el día siguiente. Además, la prueba del ADN demostró que el acusado no violó a la chica.
Un amigo de la chica declaró que el lugar donde ocurrieron los hechos tenía una iluminación artificial muy débil y que era imposible reconocer a alguien en esas condiciones. Varios agentes de la Guardia Civil visitaron estas escaleras de la calle Bruselas de Salou y llegaron a la misma conclusión. Pero en todo momento, hasta el día del juicio, prevaleció el reconocimiento realizado por la víctima en la calle Murillo.

Un calvario
Sin comerlo ni beberlo, Adil, nacido en la ciudad marroquí de Meknes hace 28 años, se encontró en la cárcel. «Un Guardia Civil me dijo que estuviese tranquilo, que sólo sería un mes», recuerda, «y mi abogado me dijo lo mismo, que la situación no se alargaría demasiado». «Mi primera reacción fue llorar, no me lo podía creer», explica Adil, «esto en Marruecos ya sabes que te puede pasar, pero pensaba que España era diferente, que esto no pasaba».
Es justamente por eso que ha acudido al Diari para contar su experiencia. «La escritura es un arma poderosa, pero yo soy de ciencias y extranjero», explica. «Si explico esto es porque no puede ser que pase, quizá publicándolo se pueda cambiar algo», dice.
Fue interrogado por la Guardia Civil y por la juez. «Ellos estaban seguros de que yo era culpable», asegura. Recuerda que los agentes repetían todo el rato: «Ha sido él, ha sido él». «Me preguntaron si tenía una cicatriz en mi muslo derecho, les dije que no y me bajé los pantalones para que lo comprobasen, pero ellos seguían repitiendo una y otra vez que había sido yo. No podía parar de llorar». Cuando se lo llevaron del calabozo de la comisaría al centro penitenciario de Tarragona le entró un ataque de histeria y tuvo que ser inmovilizado.
Él en todo momento se declaró inocente, desde las primeras declaraciones hasta el día del juicio. «Yo no soy cómo decían. Siempre he estado con chicas, he trabajado con chicas en un restaurante, he ido con chicas a clase y nunca he tenido ningún problema, yo sería incapaz de hacer algo así», explica.
Es de dominio público cómo el resto de reclusos trata a los violadores en los centros penitenciarios. «Ahí dentro nadie me hablaba, pero también tengo que decir que no llegaron a agredirme», explica. «Al cabo de un tiempo entablé algo de relación con otros marroquíes, les dije que yo era inocente, pero no me creyeron», cuenta. La respuesta de sus compatriotas siempre fue: «En la cárcel todos somos inocentes, nadie reconoce lo que ha hecho».

Medida drástica
Desesperado e incrédulo, Adil decidió comenzar una huelga de hambre. Le traían comida, pero siempre la dejaba en la puerta sin tocarla. Hasta que se la dejaron de llevar. Al final su abogado se enteró de la huelga de hambre que había emprendido y le recomendó que lo dejase estar porque por esa vía no iba a conseguir nada más que hacerse daño a sí mismo. Siguiendo el consejo, Adil dejó la huelga de hambre 14 días después de haberla iniciado y muy debilitado. De hecho, pesaba 10 kilos más antes de ingresar en prisión que el día en que recuperó su libertad. Tras esta experiencia, su situación en prisión mejoró algo. Empezó a participar en talleres de manualidades y a asistir a clases de catalán.

'Suerte con tu vida'

El juicio se ventiló en un sólo día. Prueba de ADN, negativa. Constancia de que el lugar estaba demasiado oscuro como para reconocer a los agresores. Dos compañeros de piso del acusado habían estado con él aquella noche. Y la víctima dudaba del reconocimiento. Tras el veredicto, el juez se levantó del estrado y se dirigió hacia Adil. «Que tengas suerte con tu vida», le dijo. Era perfectamente consciente de que la Justicia había encerrado a un inocente.