Roma
21 MAR 2012
EL PAIS
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- Un mafioso utilizó su DNI del lavacoches para sus actividades delictivas
- El ahora absuelto fue condenado a 14 años de prisión
- El Tribunal de Apelación de Nápoles admite tras 20 meses el error de la justicia italiana
Esta historia para no dormir hay que contarla paso por paso. El 5 de julio de
2010, Óscar Sánchez fue detenido por agentes de la Guardia Civil. Si sus
familiares y amigos se extrañaron del hecho en sí, patidifusos se quedaron
cuando se enteraron del porqué: una orden internacional de busca y captura
emitida por los jueces de Regio Calabria (sur de Italia) en la que se acusaba a
Óscar, que apenas había salido del Maresme, de ser el jefe de una banda que
trasegaba grandes cantidades de cocaína entre España e Italia.
Unas semanas más tarde, con la diligencia con que se suelen dar los pasos equivocados, la Audiencia Nacional extraditó al lavacoches a Italia, donde fue internado primero en una cárcel de Roma y luego a otra de Nápoles, ambas igual de terribles. Ocho meses después, en mayo de 2010, Óscar Sánchez recibió su primera condena por narcotráfico. Los jueces consideraron probado que el lavacoches había estado en hoteles de Roma en los que jamás había estado, que había comprado teléfonos para comprar y vender cocaína por los que jamás había hablado… ¿Cómo podía ser eso?
La respuesta hay que buscarla unos años antes. En 2002, Óscar Sánchez conoció a una mujer que le robó –o le pidió prestado— su carné de identidad. No lo quería de recuerdo, sino para venderlo a la delincuencia organizada. Ahora se sabe que el verdadero malandro, un uruguayo llamado Marcelo Roberto Marín, de 42 años, era un experto en utilizar identidades falsas para cometer sus fechorías. Así pues, mientras Óscar Sánchez seguía lavando coches y llevando una vida corriente en el Maresme, su carné de identidad viajaba por el mundo de la delincuencia en la cartera del uruguayo. De hecho, cuando la justicia italiana emitió la orden internacional de busca y captura y los guardias civiles de Montgat detuvieron a Óscar, el uruguayo ya llevaba seis meses preso en la cárcel de Las Palmas, tras ser detenido por la policía española por tráfico de drogas y falsificación de documentos. En su poder tenía carnés italianos de conducir y de identidad falsos, pero no el de Óscar, así que ambas historias no pudieron unirse hasta meses después.
Hay todavía otro hecho desafortunado para Óscar. No solo no se cruzó en su camino con ningún Carvalho ni ningún Montalvano, sino que, para más inri, el perito que analizó la voz del lavacoches y la que la policía había grabado al verdadero capo tampoco era un lumbrera. Dijo que las voces eran idénticas, a pesar –como se supo después— de que Óscar nació y vivió siempre en el Maresme y el otro es un uruguayo muy viajado.
El hecho es que Óscar Sánchez se seguía comiendo en una prisión italiana una condena que no era la suya. Los intentos de la policía española –a través del cónsul general de España en Roma, Eduardo de la Iglesia— por desfacer el entuerto, chocaron una y otra vez con la pesada, oxidada y desesperante burocracia italiana. De la Iglesia, que no dudó en ningún momento de la inocencia del preso español, siempre dijo lo que hubieran dicho los personajes literarios de Vázquez Montalván o Camilleri: “Es imposible que un hombre así dirija una banda de narcotraficantes”.
Finalmente, el Tribunal de Apelación de Nápoles absolvió este miércoles por la mañana a Óscar Sánchez “por no haber cometido el hecho”. Unas horas después era puesto en libertad. Con solo 626 días de retraso…
Unas semanas más tarde, con la diligencia con que se suelen dar los pasos equivocados, la Audiencia Nacional extraditó al lavacoches a Italia, donde fue internado primero en una cárcel de Roma y luego a otra de Nápoles, ambas igual de terribles. Ocho meses después, en mayo de 2010, Óscar Sánchez recibió su primera condena por narcotráfico. Los jueces consideraron probado que el lavacoches había estado en hoteles de Roma en los que jamás había estado, que había comprado teléfonos para comprar y vender cocaína por los que jamás había hablado… ¿Cómo podía ser eso?
La respuesta hay que buscarla unos años antes. En 2002, Óscar Sánchez conoció a una mujer que le robó –o le pidió prestado— su carné de identidad. No lo quería de recuerdo, sino para venderlo a la delincuencia organizada. Ahora se sabe que el verdadero malandro, un uruguayo llamado Marcelo Roberto Marín, de 42 años, era un experto en utilizar identidades falsas para cometer sus fechorías. Así pues, mientras Óscar Sánchez seguía lavando coches y llevando una vida corriente en el Maresme, su carné de identidad viajaba por el mundo de la delincuencia en la cartera del uruguayo. De hecho, cuando la justicia italiana emitió la orden internacional de busca y captura y los guardias civiles de Montgat detuvieron a Óscar, el uruguayo ya llevaba seis meses preso en la cárcel de Las Palmas, tras ser detenido por la policía española por tráfico de drogas y falsificación de documentos. En su poder tenía carnés italianos de conducir y de identidad falsos, pero no el de Óscar, así que ambas historias no pudieron unirse hasta meses después.
Hay todavía otro hecho desafortunado para Óscar. No solo no se cruzó en su camino con ningún Carvalho ni ningún Montalvano, sino que, para más inri, el perito que analizó la voz del lavacoches y la que la policía había grabado al verdadero capo tampoco era un lumbrera. Dijo que las voces eran idénticas, a pesar –como se supo después— de que Óscar nació y vivió siempre en el Maresme y el otro es un uruguayo muy viajado.
El hecho es que Óscar Sánchez se seguía comiendo en una prisión italiana una condena que no era la suya. Los intentos de la policía española –a través del cónsul general de España en Roma, Eduardo de la Iglesia— por desfacer el entuerto, chocaron una y otra vez con la pesada, oxidada y desesperante burocracia italiana. De la Iglesia, que no dudó en ningún momento de la inocencia del preso español, siempre dijo lo que hubieran dicho los personajes literarios de Vázquez Montalván o Camilleri: “Es imposible que un hombre así dirija una banda de narcotraficantes”.
Finalmente, el Tribunal de Apelación de Nápoles absolvió este miércoles por la mañana a Óscar Sánchez “por no haber cometido el hecho”. Unas horas después era puesto en libertad. Con solo 626 días de retraso…